miércoles, 24 de mayo de 2017

Selene

SELENE



Selene salió corriendo de su casa, sonriendo alegre, pero no por nada en especial; simplemente, porque ella era así. Saludó a un vecino con la mano sin pararse, corriendo hacia el montículo al que solía subir, y una vez arriba, respiró profundamente y miró al cielo. Allí estaba, al alcance de la mano pero a kilómetros de distancia, el planeta madre... la Tierra.

Visitar aquel lugar había sido costumbre desde que empezara a ir a la escuela, y ahora a sus 12 años, no iba a cambiar; observó con la misma curiosidad de siempre todos y cada uno de los continentes que podían contemplar desde aquél ángulo. Sentía cierto aprecio por la Tierra, lógicamente, pero el mismo cariño que tiene a sus padres, un niño huérfano que jamás ha llegado a conocerles. Nunca la había visitado, pero eso no le importaba. Ella no solo era Selene; era selenita.


Se sentó en el montículo y se puso a pensar en su pasado; su padre había sido un héroe para su país. Cuando se retomaron las misiones a la Luna, se había presentado voluntario, convirtiéndose en el primer hombre en pisar la Luna, tras décadas de ausencia de la humanidad en su satélite; su madre no se había quedado atrás, y fue la primera mujer que pisaba la superficie lunar. A aquellas misiones seguirían otras muchas, y un gran amor surgió entre los dos pioneros.

Cuando la sociedad espacial de su país decidió crear una base lunar permanente, sus padres, ya casados, pidieron el traslado a la base. No fueron los únicos, cerca de un centenar de personas se desplazaron hasta el satélite para habitarlo; la fama de sus padres había arrastrado a mucha gente. El proceso de selección fue severo, siendo elegidos indistintamente hombres, mujeres, y hasta niños, en el caso de que ambos progenitores fueran elegidos.

Un año después de instalarse sus padres en la Luna, nació Selene; la noticia corrió como la pólvora, era la primera persona concebida y nacida fuera de la Tierra. Hasta se podría decir que era la primera humana extraterrestre; y eso la marcó desde su infancia. Muchos niños de su edad habían nacido en la Tierra, y habían sido llevados a la Luna tras su nacimiento, y por eso la consideraban extraña. Otros habían nacido en la Luna, pero después que ella, y por celos o por envidias de sus padres, le hacían el vacío.


Selene creció sola, sin amigos, pero nunca se sintió triste; su alegría natural le impulsaba a olvidarse de todo y vivir la vida. Con el paso del tiempo, gracias a su manera de ser, había logrado superar obstáculos y hacer amistad con algunos de sus vecinos; pero no había logrado superar el malestar que sentía su padre hacia sus ideas.

Selene se sentía una selenita de pura cepa; no era nada más, solo selenita. Le importaba poco que su padre hubiera sido un héroe para su país, o que el país de su padre fuera el más poderoso del mundo; aquél mundo no era el suyo, ella era una hija de la Luna. Una y otra vez su padre había intentado convencerla de lo contrario, y la había invitado a visitar las maravillas de la Tierra, pero Selene era cabezota como ella sola, y no quería saber nada de un planeta en el que, por ejemplo, podías lastimarte si te caías.

Dos años antes, en su décimo cumpleaños, su padre había realizado un último intento al regalándole un vídeo con las mejores vistas de su país; tras el poco caso que le había hecho, su padre desistió. La relación entre ambos se enfrió, y solo su madre parecía calmar las cosas en la familia.


Selene se entristeció al recordar la cara de malestar de su padre; miró hacia arriba y se preguntó qué tenía de especial la Tierra. Y entonces ocurrió; en diversas partes del planeta aparecieron lo que semejaban grandes nubes en forma de hongo. Recordó que en los últimos días su padre había estado más preocupado de lo normal, pero al saber que se debía a problemas en la Tierra, había permanecido al margen.

Sea como fuera, era un espectáculo extraño, hermoso y terrorífico al mismo tiempo; al mirar a su espalda, se dio cuenta que la gente empezaba a amontonarse por las calles, mirando aterrorizada las distintas formaciones en hongo, que se sucedían aquí y allá.

Oyó como su madre la llamaba, con voz desgarrada, y salió corriendo hacia su casa; sus ojos seguían desorbitados, y su paso era irregular. Aunque no entendía qué había pasado, llegaba a comprender que había un trasfondo negativo en todo aquello. A pocos metros de su casa, se encontró con su madre, que la abrazó enérgicamente; detrás de ella apareció la figura de su padre.

¿Qué ha pasado, papá?
 No lo sé con certeza, cariño; en los últimos días nuestro país ha protagonizado un cruce de declaraciones y amenazas con sus rivales. Y, al parecer, alguien ha apretado un botón que no debía —.  Selene advirtió que la voz de su padre temblaba.
 Y eso quiere decir qué...
 Acaba de comenzar una guerra nuclear en la Tierra... Millones de personas acaban de morir; muchas otras morirán en las próximas horas... Es, prácticamente, el fin del mundo.

Selene archivó en su cerebro esta información, reordenó sus ideas, y centró su atención en lo que consideró más importante.
 ¿Qué va a ser de nosotros?
 La base puede funcionar libremente durante bastantes años... Tal vez siglos... Tenemos oxígeno de sobra, producido por los grandes tanques de agua que ubicamos en el lado oculto de la Luna... Y tenemos una pequeña producción propia de... alimentos vegetales y animales... Con algo de suerte, los supervivientes intentarán reconstruir la civilización, y podrán recuperar el contacto con nosotros.

 ¿Y si no hay suerte, papá?
 Vamos a estar aquí aislados durante miles de años.

Selene tragó saliva, y quedó pensativa, aún rodeada por los cariñosos brazos de su madre. Nunca había visto a su padre tan asustado; y justo en ese momento, comprendió al fin porqué su padre estaba 'tan obsesionado' con su país, con su mundo. Sin el apoyo de aquella nación, ahora reducida a cenizas, la base nunca hubiera existido; y tal vez ella nunca hubiera nacido. Su nacimiento había sido una victoria para su país... Su padre amaba a su país, porque la amaba a ella.

Con el rostro radiante, cargado de una ilusión nueva, Selene miró a su padre, y le dijo sonriendo:
 Papá, no te preocupes, saldremos de esta. Con ayuda o sin ella. Al fin y al cabo, somos atlantes.

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Este relato lo escribí en julio de 2008, y es una de mis creaciones más queridas, además de las primeras que hice; lo he enriquecido ligeramente, mejorando el léxico o los signos de puntuación, entre otras cosas.

El texto se basa en la teoría, o leyenda urbana, según la cual Amstrong y Aldrin encontraron construcciones en la Luna; mi idea original era darle una vuelta de tuerca, proponiendo una teoría distinta a la alienígena, aunque al final me gusta más por el punto de vista psicológico de Selene, primera humana extraterrestre.


2 comentarios:

  1. Un relato inolvidable! Ha sido una alegría volver a disfrutarlo. No tardes en publicar, monamí flamígero :)
    Abrazos mutantes.

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    1. Gracias Gata, a ver si saco tiempo (y ganas) para escribir algo, o al menos para reeditar relatos antiguos --*

      Un abrazo ;)

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